I am love: los fantasmas de Visconti y Antonioni


Los Recchi son la típica familia de la alta burguesía industrial milanesa. Una gran fábrica, negocio familiar, con ramificaciones en el extranjero. Una mansión repleta de antigüedades, grandes lámparas, espejos de cuerpo entero y flores y fruta fresca. Un entorno de lujo y naturaleza. Todo hermoso, todo limpio, pero también aséptico, frío, deshumanizado. Eduarto Tancredi se casó con Emma (Tilda Swinton), una inmigrante de origen ruso que le dio tres hijos, Elisabetta, Edoardo y Gianluca, y que está ya completamente integrada desde entonces en la vida social que le corresponde al clan. Éste se completa con abuelos, tíos, primos y, como reciente incorporación, el prometido y las prometidas de los jóvenes vástagos continuadores de la estirpe. En los salones, por los pasillos, en los jardines, se realizan confidencias, se afirman los cimientos de su conciencia de clase, se juega a esa pequeña ilusión de monarquía particular que constituyen las familias de alta alcurnia. Como un satélite de ese mundo se encuentra Antonio, un cocinero que se gana reconocimiento de todos con una gastronomía sorprendente y alejada de la sobriedad de la familia. Emma ve en Antonio un reflejo de su propia condición, la de un ser ajeno a ese mundo que se ve absorbido por él, introducido en una dinámica que no le es propia. Quizá por eso siente una irrefrenable atracción por él y pone en riesgo sin vacilar todo lo que se ha labrado con los años. La eclosión de la naturaleza gana la partida a la frialdad de los negocios.


Majestuosa en la forma, Yo soy el amor (I am love), de Luca Guadagnino, se vuelca en el melodrama clásico para ofrecer una historia de pasiones desbocadas y búsqueda del propio ser a través del amor. Proclamada por la crítica como la sucesión natural de Visconti y Antonioni, la película se crece constantemente en su exquisito tratamiento visual, llena de colores sugerentes o de bellas estampas (los jardines nevados, por ejemplo), y apuesta por una forma moderna y actual de retratar una historia clásica y un tanto desgastada. La película atrapa más por la forma que por el fondo, aunque hay una desatención en cuanto al retrato de ciertos personajes, obvia al tratarse de una cinta con tantos frentes secundarios, y cierta tendencia a alargar innecesariamente escenas y a la languidez en el ritmo, lo que la hacen resultar más larga de lo que ya es.

Una vieja historia, contada mil veces (Emma no lleva sino a recordar a la Emma adúltera más famosa de la historia, Emma Bovary), que proporciona tantos incentivos visuales como previsibles derivas argumentales.





vía: Cinissimo

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