MAESTRO: Kim Ki-duk

Kim Ki-duk, director surcoreano nacido en 1960 y que cuenta con quince largometrajes, bien puede suscribir las palabras de Truffaut.


Porque en su cine hay una voluntad autoral claramente manifiesta en la creación de un universo compacto y coherente lleno de recurrencias y lugares comunes. Sus personajes, casi siempre (la excepción vendría únicamente por Time), se mueven en la tangente de la sociedad. De la misma manera, sus historias desde Hierro 3 se han ido desplazando progresivamente hacia un espacio etéreo entre realidad y onirismo hasta llegar al extremo de Dream, donde la lógica de los sueños anula ya por completo la causalidad realista.

No obstante, sus personajes marginales no denotan una conciencia de minoría, si acaso, un aislamiento del individuo, o mejor dicho, retrata aquellos que se han visto abocados al retraimiento al no verse encajados en el ritmo contemporáneo. En ese sentido, no es extraño que aparezca la misantropía en personajes como el anciano de El arco o el monje budista de Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera. Y por la misma razón, cuando es una mujer la protagonista, Kim Ki-duk recorre a la figura de la prostituta para hacerla eje central de sus films. Hasta cuatro ocasiones, sin denotar en dicha elección, ningún signo de misoginia: The birdcage inn, La isla, Bad guy y Samaritan girl.

Y es que en su cine, es muy habitual encontrarse con simetrías. Lo que a algunos les induce a pensar que son repeticiones o agotamiento de ideas, yo me decanto por verlas como signos ineludibles de una arquitectura intransferible. Por ejemplo, el agua estará presente de alguna manera en la totalidad de sus películas recordando el carácter peninsular de su país.

Más ejemplos. Le gusta cerrar sus películas con una conclusión que pone en suspenso todo lo que hemos visto hasta el momento y que nos obliga a replantearnos las impresiones que hemos ido formando. Un final oblicuo, que de forma abrupta impone al relato la parábola fantástica y simbólica. Por lo que forzosamente deja al espectador en un estado de duda. Podemos citar: Bad guy, Hierro 3 y El arco.


Posiblemente, por la influencia de sus estudios en la pintura que llevó a cabo en París -allí basa Wild animals, única excepción fuera de Corea del Sur, sin contar las referencias a cuadros, además de la proliferación de dibujantes en sus tramas noveles-, Kim Ki-duk cree firmemente en la fuerza de la imagen. Por ello, en sus films abundan metáforas visuales. Hasta el extremo de que todo The coast guard es un símbolo de su posición política antibelicista sobre la problemática entre las dos Coreas.

Esta supremacía de la imagen también trae consigo que muchos de sus personajes no crean en la palabra como herramienta de comunicación. En su renuncia a pertenecer al mundo que les ha tocado vivir, acostumbran a prescindir del lenguaje. El anciano y la joven de El arco, el okupa bondadoso de Hierro-3, el proxeneta de Bad guy, etc. Ello provoca que sus actores impacten por su fuerte expresión, destacando especialmente la fuerza de sus miradas y sus planos detalle.


Así, sus atmósferas fascinan por la vía del contraste. El silencio, la quietud y el talante contemplativo del cine oriental entran en feroz confrontación con la violencia, la incomunicación y los temas fuertes y truculentos (automutilaciones, canibalismo, prostitución, violaciones, maltrato animal, etcétera). Una película como Dirección desconocida, se hace muy difícil de digerir, por no hablar de la famosa escena del anzuelo de La isla. Y es que si algo caracteriza su universo personal, es el extremismo con el que adopta el melodrama, forzando los límites de lo verosímil (algo que cuesta asumir a muchos espectadores) y en el que se suele dar, eso tan de Michel Foucault: la capilarización de los mecanismos del poder en las relaciones personales. Sus personajes gravitan entre el oprimido y el tirano en una ecuación en la que el sexo forma parte problemática y donde la violencia aparece en cada poro. No existen relaciones de igual a igual y este desnivel provoca conflictos que desembocan en una explosión de rabia y visceralidad. Ya sea en un ambiente urbano o alejado de él, dos contextos que dividen su filmografía.

Si sus cuatro primeras películas, aptas solo para completistas de su filmografía, suponen un work in progress donde se van conformando las constantes de su cine tanto estilísticas como argumentales, será a partir de La isla donde su cine encuentra un espacio personal propio que se irá desarrollando en posteriores filmes, llegando a la cumbre de su cine con Hierro-3. Director habitual de festivales, Kim Ki-duk es uno de los nombres que más han exportado el cine surcoreano fuera de sus fronteras, y para un servidor, uno de los diez directores fundamentales de la década que se cierra este año.

***Sus cinco mejores films por orden cronológico: La isla, The coast guard, Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera, Hierro-3 y El arco.





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