Medio Oriente x 2


El drama de la inmigración y el eterno conflicto islámico/occidental aparece a primera vista como el aroma, no necesariamente rancio, que impregna esta cinta independiente con apariencia de telefilm de temática social que alterna el drama con toques de comedia.

Pronto se da uno cuenta que aquello sólo es el punto de partida. Porque el drama de la inmigración islámica es sólo la semilla de un árbol de conflictos tanto personales como sociológicos, que se ramifica en los propios fantasmas de la protagonista, obsesionada con su sobrepeso y figura rechoncha, la que cree causa del abandono por parte de su marido, así como por su estatus social en el nuevo mundo al que llega, donde entra por los escalones más bajos de la pirámide laboral pero se ve obligada emocionalmente a fingir que no es así.

Por otro lado, tenemos al hijo, al que le toca experimentar este cambio tan radical en el momento vital menos oportuno: la incipiente adolescencia. Desde su marginación inicial, los sambenitos derivados de su condición étnica y la energía con la que se ve abocado a arremeter, más por orgullo personal que por instinto de protección, contra los ‘nativos’ de la severa sociedad que lo ha acogido, no con excesivo gusto, y de difícil aceptación.

Luego está el conjunto de la familia de acogida, en la que se presenta una interesante dicotomía entre los padres, que siguen creyendo vivir en una burbuja palestina pese a llevar la mitad de sus vidas en Norteamérica, y la hija adolescente, nacida e inmersa profundamente en el mundo occidental, y así lo siente, pese a sus orígenes islámicos y lo enraizados que estos están en su familia.

También nos encontramos con el sempiterno pero siempre necesario catalizador externo, en este caso un profesor, de raíces judío-polacas (por lo que se le presupone y concede una americanidad más auténtica que a los de origen árabe), cómplice en los momentos difíciles de esta madre y su hijo, guiado por un sentimiento más profundo y complejo una facilota y simplista piedad.

Aunque el film recurre con frecuencia a lugares comunes y tópicos algo rancios, destaca su habilidad por huir de la lágrima fácil y el melodrama lastimoso. No parece exagerado que poco a poco vaya surgiendo una tendencia, un acercamiento de la inmigración islámica en Norteamérica a través del cine independiente, y que se constituya en su seno como todo un subgénero concreto, que en Europa ya está bastante consolidado, con cineastas como Fatih Akin en Alemania o Ferzan Ozpetek en Italia.
por: Julio C. Piñeiro


Julio 21 al 27. A las 17.35 y 19.30 hs
Julio 28 a agosto 5. A las 21.20 hs


Turtles can fly de Bahman Ghobadi

Ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián de 2004, esta película de Bahman Ghobadi rompe todos los prejuicios que muchos espectadores suelen tener con el cine iraní, recelos basados en la a veces excesiva e infundada predilección de los críticos por cineastas y películas de aquellas latitudes y en una educación cinéfila que en gran parte del público se sustenta únicamente en el modelo hollywoodiense. Sin embargo, Las tortugas también vuelan excede lo que habitualmente puede esperarse del cine iraní y ofrece grandes atractivos para espectadores de cualquier prodecencia.

Además de la cuidada fotografía, los hermosos exteriores y el retrato socio-antropológico de la realidad de las gentes del Kurdistán iraquí, la película cuenta con un guión magníficamente construido y con unas interpretaciones soberbias a cargo de actores en su mayoría sin experiencia para contarnos la historia de una pequeña aldea de las montañas en la que sus habitantes buscan desesperadamente una antena parabólica. ¿Para ver el mundial de fútbol? Ojalá la película se hubiese tenido que ceñir a eso por falta de base real. En realidad la antena es la única forma en que los pacíficos habitantes de aquellas montañas pueden enterarse del próximo ataque norteamericano contra Iraq. Un joven mutilado, acompañado de su hermana y su sobrino, presiente que apenas quedan unos días para el ataque, y así se lo dice a los vecinos.

Cinta escalofriante no tanto por lo que muestra sino porque cuenta con el bagaje posterior de imágenes de crueldad y guerra que los noticiarios han incrustado en la retina del espectador, oscila entre los momentos de comedia, el retrato de vida cotidiana y la tensión creciente ante una incertidumbre que se abre, una perspectiva de cambio que puede traer un futuro mejor y también la ausencia de cualquier tipo de futuro, como así ha sido para más de medio millón de iraquíes y unos pocos miles de militares norteamericanos.


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